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sábado, 4 de febrero de 2012

LA HABITACIÓN DE ALQUILER

No sé muy bien porqué pero esa mujer me impactó . La conocí porque me alquiló una  habitacion de su casa durante dos semanas. Sólo nos vimos  tres veces, la primera por espacio de una hora y media, las otras ocasiones fueron mucho más breves, dos mañanas en las que yo me estaba yendo de la casa y  ella se acababa de levantar y desayunaba.
D. era menuda, morena, y su cara era agradable. Le gustaba hablar y de hecho creo que durante esas tres ocasiones me relató buena parte de su vida. Yo la escuché. Su vida no me parecía alegre, trabajaba en turnos de 12 horas en una residencia de ancianos, pagaba una hipoteca enorme que acabaría a sus setenta años. D. se divorció muy joven a petición de su marido que se lió con una compañera de trabajo, y según me contó no se habia vuelto a enamorar. Añadió que a ella la habían educado para estar con un sólo hombre toda la vida y decía que ahora a su edad ya era difícil conocer a alguien. Ella tenía un año menos que yo, y yo pensaba justamente lo contrario, así que sus palabras aún me impactaban más.
De ese matrimonio tenía dos hijos de los que hablaba con muchísimo cariño y orgullo. Vivían lejos.
Me relató, en la primera ocasión que nos vimos, los primeros años tras su  separación, el maltrato de su marido  cuando ella averiguó que tenía otra mujer. Hasta esa fecha él siempre la trató bien aunque insistía en la separación, pero ella siempre  contestaba: “pero cómo nos vamos a separar con lo bien que estamos!”. Él insistia:” una separación de a bien, mujer!”. Ahí me permití una pregunta: “pero D. tu no veías nada, no intuías nada?”
"No", fué su respuesta, él me traía flores y me regalaba cosas, todo el mundo lo sabía en el pueblo menos yo. A mí esto siempre me pareció un tópico pero tal como ella lo contó lo crei, no tuve ninguna duda de que ella no sabia nada.
Avanzando en su relato comprendí que el enojo del marido cuando ella declaró conocer la existencia de otra mujer era por la casa, propiedad de ambos pero procedente de la familia de él, a la que seguramente el no quería renunciar, y admitir la nueva relación podría comprometer los derechos sobre su patrimonio. De ahí la rabia y el consiguiente mal trato.
De vez en cuando D. decía: “que triste es la vida “, y tal cómo lo decía a mi me desanimaba enormemente.
Me contó también que tenía hermanas que la habían ayudado en momentos de muchos apuros, incluso que vivió con una de ellas durante un tiempo  que llegó a su fin cuando la hermana le dijo que allí no podía estar para siempre.
Ella luchaba para conseguir algo suyo y no ir de casa en casa como, parece ser,  tuvo que hacer  durante muchos años.
En un momento dado su nómina ni siquiera mileurista, se vió duplicada gracias a que doblaba su turno para hacer el turno de un compañero que estaba de baja y ahí por fin, presentándola al banco consiguió una hipoteca. Tenía ahora un  techo que le pertenecia, al menos en apariencia, incluso podía alquilar una pequeña habitación con lo que tenía una ayuda para pagar los recibos.
Mi relación con ella estaba tocando a su fin, ya que yo no necesitaría más la habitación ( alquilada por incompatibilidad con horarios de transporte y trabajo) y aunque me alegraba mucho esto , me venía repetidas veces la imagen de esta mujer a la cabeza, su  cara aniñada y la triste alegría con la que trataba de contar las cosas, la imagen de ella desayunando cereales con leche, enfundada en su pijama  polar de color rosa, sus turnos salvajes en la residencia, sus penas y su triste juventud. Pero con especial detalle recuerdo la mañana que me contó que los lunes por la noche hacia bailes populares en un centro cultural. Repetía a cada instante :” Es muy bonito, de verdad “, y lo decía en un tono especial como si me quisiera convencer, aunque yo ya era una convencida a ese respecto, pero incluso así había una cierta decadencia, tristeza , no sé,  todo me llegaba impregnado de un desánimo que ya no sabía si era suyo o era mio, pero ella seguía explicando. De repente se levantó y tal como estaba, enfundada en su pijama rosa, dejó los cereales y se puso en pose de baile haciendo como si tuviera un acompañante cogido por la mano. Elevó su brazo, lo estiró delante de ella, dejó la mano colgando en el aire con estilo, tratando de enseñarme como se debian coger hombre y mujer para bailar. “Es muy bonito, de verdad!, porque el baile es una formación también” (palabras de su profesor, sin duda)”... y tiene que haber comunicación con la pareja, cómo si hubiese diálogo” (esto tampoco parecian conclusiones suyas) .Y en ese momento al elevar su brazo y estirar su bonito cuello haciendo como que miraba a un compañero imaginario a los ojos, vi  la belleza de esa pequeña mujer, y pensé que sin duda merecía una bonita vida y un nuevo amor, y así interiormente se lo deseé.  
   

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