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jueves, 28 de noviembre de 2013

miradas


Al doblar la esquina lo primero que veías era un banco.

Un banco de sentarse, de esperar. En este caso un banco de esperar a que abriese la rectoría.

Hacía tiempo que pasaba por allí camino a mi trabajo. Un trabajo de a horas, muy pocas pero necesarias para saberme contribuidora a la economía de casa.

Y al tomar la esquina lo primero que vi ese día fueron sus ojos claros. Sentada en el banco junto a otros con sus carritos, esperando.

El encuentro visual fue inmediato y me acerqué a darle un par de besos. Y al dárselos sus palabras:” mira donde he venido a caer …”.

Le dije que llegaba tarde a mi trabajo lo cual era cierto y me respondió que tenía suerte de tenerlo. “Bueno, sólo una hora y media hoy” fue mi respuesta.

Seguí rápida por mi camino pero un tanto confundida, removida, mal.

Por qué alguien debe sentirse tan mal cuando sus ojos claros (los de ella) tropiezan con una mirada conocida?

“Venir a caer” se repite en mi cabeza desde hace unas horas de manera reiterativa, y mientras tanto los ministros, 28 creo, se reúnen.

Otra pregunta: para qué?

miércoles, 20 de noviembre de 2013

una mañana de otoño


Éramos pocos, sólo unos cuantos. El tiempo había sido lluvioso los últimos días y claro, la gente se acobarda.

Comenzamos nuestros ejercicios frente al mar.

Un mar y un cielo difíciles de definir en los que se apreciaban mil gamas de colores entre el verde esmeralda y el gris plateado.

Las olas rugientes parecían aludes de nieve avanzando hacia la playa,  y sobre ellas de negro neopreno unos cuantos jóvenes intrépidos sobre sus tablas de surf danzaban para nosotros.

Dos escenarios distintos, uno frente al otro, homenajeando a una naturaleza que ese día refulgía de manera especial.