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sábado, 23 de junio de 2012

Cosas que pasan

Tengo una buenísima memoria para las caras. Sabía que lo conocía incluso antes de ver que en una de sus manos llevaba una harmónica. Efectivamente era el mismo de aquel día de invierno.


Yo me dirigía a la ciudad, a un examen. Iba en un tren.

Y comenzó el espectáculo: una pequeña reverencia a modo de presentación, una mellada sonrisa y unos soplidos que atravesando el pequeño instrumento producían un ruido casi insoportable. Todo esto se aderezaba con unos segundos de tregua al instrumento que se llenaban con unos saltitos sonoros a modo de claqué. Yo imagino que sería para o bien aprovechar y respirar o bien para convencer más al público del tren poniendo coreografía a su ruido.

Yo preparé el euro. Como la vez anterior .Se diría que ya era una “fan”, pero no.

Tal vez me impactaba tanto lo mal que lo hacía, la seguridad de que ese hombre no conocía una sola nota . O tal vez era la sonrisa mellada de apertura que me dirigió mientras nos miramos a los ojos.

El caso es que se lo dí. Y como agradecimiento otra  sonrisa , esta vez aún más amplia y más mellada, que me hizo sonreír a mí también.