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miércoles, 20 de noviembre de 2013

una mañana de otoño


Éramos pocos, sólo unos cuantos. El tiempo había sido lluvioso los últimos días y claro, la gente se acobarda.

Comenzamos nuestros ejercicios frente al mar.

Un mar y un cielo difíciles de definir en los que se apreciaban mil gamas de colores entre el verde esmeralda y el gris plateado.

Las olas rugientes parecían aludes de nieve avanzando hacia la playa,  y sobre ellas de negro neopreno unos cuantos jóvenes intrépidos sobre sus tablas de surf danzaban para nosotros.

Dos escenarios distintos, uno frente al otro, homenajeando a una naturaleza que ese día refulgía de manera especial.

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