Volar, dar un salto y
volar. Un vuelo de tan sólo 4 segundos suficiente para salir de tu claustro, de
tu prisión.
Imagino tu paso lento al
subir la escalera. Tu concentración puesta en cada nuevo escalón cada vez más
cerca de tu libertad.
Siento tu miedo, tu pena
impregnándose en las paredes de la comunidad, en la barandilla de madera, para
siempre.
Y una vez arriba siento
la noche clara, húmeda, la luna.
Imagino dolor, amor, temor,
mil cigarrillos ardiendo en tus dedos y
después un valiente salto hacia, por fin, tu felicidad.
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